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Jack Cade es uno de los personajes de la segunda parte de la trilogía Enrique VI (1591), de William Shakespeare. En esa obra de teatro se hace un repaso por las guerras civiles inglesas de la segunda mitad del siglo XV, conocidas como La Guerra de las Dos Rosas. En 1450, los campesinos del condado de Kent protestaron contra el rey Enrique VI, publicando la Demanda de los pobres Comunes de Kent y tomando y saqueando Londres durante tres días. El líder de esta revuelta popular era Jack Cade.

Shakespeare hace a Jack Cade esbirro del duque de York, aspirante al reino. Pero, sobre todo, un precursor del anarquismo incendiario. Veamos por qué.

Se hace acompañar de una “multitud de desharrapados, patanes y aldeanos brutales e implacables” a los que dice: “Os batís por la libertad”. Su lema es “Estaremos en orden cuando lleguemos al mayor desorden”. La lista de nuevas medidas que aplicará cuando sea rey incluye: El delito de beber cerveza floja. La propiedad común de todos los bienes del reino. La abolición de la moneda. La muerte de todos los hombres de ley: sabios, letrados, cortesanos y caballeros. La libertad para todos los presos. Que las fuentes manen vino durante el primer año de su reinado. La quema de todos los archivos del reino. Que las mujeres sean tan libres como el corazón pueda desear o la lengua decir.

En cuanto sus gentes capturan a un escribano, lo ahorcan por hallarlo culpable de saber leer y escribir. Cuando ve que tiene que entrar en batalla, se arma caballero a sí mismo. Y persigue a lord Say porque sabe hablar francés y por lo tanto es un traidor, además de haber fundado una escuela de gramática, poner en uso la imprenta y construir una fábrica de papel. Jack Cade añade, con la insolencia que caracteriza a algunos de los mejores personajes de Shakespeare:

“Te será probado en tu cara que tienes en tu compañía hombres que hablan habitualmente del nombre y del verbo y otros vocablos abominables que ningún oído cristiano puede escuchar con paciencia. Has nombrado jueces de paz para que citasen ante ellos a pobres gentes a propósito de asuntos sobre los cuales no podían responder. Además, has hecho meter a esas pobres gentes en la cárcel, y porque no sabían leer, las has mandado colgar, cuando por esa razón solamente hubieran merecido vivir”.

Lo cierto es que en la época, las personas que sabían hablar latín se salvaban de la horca, así que tampoco anda tan descaminado el texto en su denuncia. Cade ordena cortar la cabeza de lord Say y la de su cuñado. Las ponen sobre sendos palos y las pasean por la ciudad, haciéndolas besarse en cada esquina.

Para consuelo de las gentes de orden, la revuelta fue sofocada y sus líderes ajusticiados. Así pudo seguir el reinado de Enrique VI con sus luchas intestinas y la monarquía inglesa hasta nuestros días, con su democracia, su flema y su paz tutelada. Pero este personaje había que reivindicarlo, porque no son tantas las veces que se ve mezclado el humor con la barbarie, la justicia poética con la comedia, la crítica al Estado con la crónica histórica, la literatura con la utopía.

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